"Mandoncito" lo llamaban, y el diminutivo lo llevó prendido toda la vida por su estatura tal vez, o por su genio manso asociado al canto popular callejero.
Víctor Mandón su nombre real, personaje de mi pueblo como los habrá en tantos lugares, no lo dudo, a quien Puente Mihura recuerda en una canción.
Cuenta la leyenda y él mismo me lo contó que una orquesta tanguera de las que giraban asiduamente en otros tiempos por el interior de nuestra Argentina, le propuso intentar Buenos Aires dentro de la conocida formación. Pero su fama de buen cantor solo trascendió en la tierra donde terminó sus días, al preferir la libertad de elegir donde ofrecer sus interpretaciones de un modo particular, haciendo gala incluso de buen humor. Los bares, reuniones de bohemios, noctámbulos amigos y los parques de atracciones fueron su público por excelencia a quienes se brindó en la pureza del alma.
(JLR)
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